Hijos adoptados y educación

Mucho se ha hablado y estudiado acerca de la educación en los niños, sobre la aplicación de premios y castigos como medida para reconducir su conducta. En este caso los premios son entendidos como aquellos privilegios que obtienen por haber realizado un esfuerzo al hacer una tarea, y un castigo se entiende como la supresión de dicho privilegio. Es decir, si un niño tiene dificultades para llevar a cabo sus obligaciones (como por ejemplo estudiar, recoger, etc.) podemos plantearnos una recompensa para él cuando las lleve a cabo correctamente, valorando por encima de todo su esfuerzo. No obstante siempre hay que tener en cuenta que los premios no deben ser de un valor alto, puesto que en este caso es posible que el niño o niña aprenda a manipular al adulto para conseguir aquellos premios que desea. Siempre hay que tener en cuenta que los premios deben de ser proporcionados a la acción realizada, y que sobre todo deben primar las felicitaciones y la expresión de orgullo de los padres por aquello que su hijo ha conseguido hacer.

Sin embargo cuando nos encontramos con niños cuya historia personal difiere de la habitual como puedan ser niños abandonados, adoptados, que han sufrido experiencias traumáticas, etc. esta manera de educarlos no siempre funciona, y hace falta acudir a otros recursos. Por lo general estos niños presentan graves problemas de vínculo debido a la carencia afectiva que arrastran, y es justamente este aspecto el que hace que debamos plantearnos si las técnicas habituales son útiles o no en estos casos. En ocasiones estos niños llevan a cabo conductas que son intolerables como arrojar objetos, pegar, autolesionarse, etc. y los padres les castigan, teniendo la esperanza de que el castigo suprima este tipo de comportamiento. El problema se presenta cuando el castigo sirve para seguir alimentando las conductas-problema, y se inicia una espiral de la que es difícil salir. No debemos olvidar que los niños llevan a cabo las conductas que han observado desde pequeños, independientemente de quienes hayan sido sus modelos a seguir.

Los castigos por si mismos no enseñan a los niños cómo deben comportarse, simplemente les dicen lo que no deben hacer, por tanto cuando a un niño nunca se le ha enseñado a relacionarse o a comportarse no tiene sentido castigarle, sino darle alternativas positivas y beneficiosas para que en un futuro cuando se encuentre en un contexto parecido sepa cómo debe gestionar sus emociones y conductas. Esto le enseñará a relacionarse mejor y a aprender las consecuencias tanto positivas como negativas de sus acciones, y es en este momento, cuando él ya tenga las herramientas para saber controlar sus emociones y conductas, cuando las técnicas habituales serán efectivas. Todo esto teniendo siempre en cuenta que una de las cosas más importantes a trabajar es establecer un vínculo seguro con ellos, para que se sientan protegidos y queridos.

Carmen Baquedano

padre-e-hijo

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