Las distorsiones de la realidad

En ocasiones la mente nos juega malas pasadas y nos lleva a pensamientos y creencias que no son del todo ciertos, que nos hacen daño y perjudican nuestras relaciones sociales, nuestras relaciones personales y nuestra autoestima.

Pero los pensamientos son la forma que tenemos de ver la realidad, no la realidad en sí misma, lo que hace que a veces distorsionemos aquello que pasa para que se ajuste a una serie de expectativas (en muchas ocasiones negativas) que tenemos de nosotros mismos, de los demás y del mundo.

Cuando nos enfadamos, cuando estamos tristes, cuando algo no nos sale como queremos y nos frustramos, tenemos pensamientos automáticos, que en muchas ocasiones nos cuesta identificar y más aun controlar, y que nos hacen experimentar un gran malestar. Por ejemplo, suspender un examen nos puede hacer sentir malos estudiantes y fracasados; discutir con nuestros seres queridos puede hacernos sentir poco queridos o valorados. Todo esto provoca que nuestros sentimientos negativos aumenten, y que los pensamientos negativos se vean confirmados, cuando sabemos de sobra que suspender un examen no significa fracasar, al igual que discutir no hace que los demás dejen de querernos y valorarnos.

Esta manera distorsionada de ver la realidad conduce a pensamientos automáticos como “soy un/a inútil”, “nadie me querrá nunca”, “no sé hacer nada”, etc. Los pensamientos automáticos son negativos, irreales y dañinos para nosotros y para los demás. Por ello es importante reflexionar, intentar no ser impulsivo/a, y saber determinar cuáles son aquellos pensamientos que nos perjudican: “soy un fracasado y por eso he suspendido” vs. “he suspendido y la próxima vez me tendré que esforzar más, un suspenso no determina mi valía” .

La persistencia de este tipo de pensamientos está presente en muchos trastornos como depresión, ansiedad o trastornos de personalidad.

Para llegar a alcanzar los pensamientos racionales hemos de trabajar, e identificar cuáles son los pensamientos automáticos negativos y dañinos, y reflexionar sobre qué pensamientos reales pueden sustituirlos. De esta manera nuestra autoestima mejorará, nuestras relaciones sociales también, al igual que las familiares, y en definitiva nos sentiremos más felices.

Carmen Baquedano Bellot

Deja un comentario